La primera es escogida, sonora y fecunda; para disfrutar de esta soledad se necesita un mínimo de madurez. La otra soledad es desarraigada, desolada, infructuosa y estéril, acompañada de comportamientos antisociales. Esta soledad es más característica de sociedades civilizadas donde el individualismo y el consumismo vacían al sujeto de interioridad.
La soledad mal llevada acarrea múltiples problemas emocionales, conductuales y sociales, como el abuso y consumo de sustancias tóxicas, insatisfacción vital, depresión, tendencia al suicidio, ansiedad y vulnerabilidad en la salud
Características y procesos psicológicos de la Soledad
Todos somos vulnerables a padecer sentimientos de soledad. No obstante, la intensidad con que pueden afectarnos estos sentimientos depende de unos factores bien delimitados según estudios metodológicos:
- Actitudes hacia uno mismo. Existe una conexión fuerte entre autoestima, sentimiento de inferioridad y soledad.
- Emociones. Igualmente se constata la relación directa entre soledad y estados emocionales como tensión, fatiga, confusión, aburrimiento, falta de esperanza e indefensión.
- Procesos sociales. La sensación de soledad se asocia con la percepción de estatus y calidad de nuestras relaciones. También está inversamente relacionada con el número de relaciones sociales y la frecuencia de nuestros contactos.
- Estrés relacional. Son los aspectos negativos de la soledad: Amenazas o suspicacias, aislamiento social, conflictos amorosos o rupturas.
- Percepción interpersonal del yo y del otro. Las personas solitarias son más negativas, críticas y angustiosas en sus relaciones.
- Grado de dominio y de ejercicio de las habilidades sociales, y de nuestras capacidades o características de introversión, timidez, comunicación, o lenguaje gestual.
Conceptualizaciones sobre la Soledad
El ser humano es un ser social por naturaleza desde su nacimiento hasta su muerte. Todo ser humano tiende al encuentro, a la relación vital significativa con los demás para ocupar los espacios vacantes para su “ser relacional”. Cuando la persona comprueba que no puede o no tiene opción para establecer ese contacto que le permite ser quien es, entonces aparece la soledad.
Soledad es el convencimiento apesadumbrado de estar excluido, de no tener acceso al mundo de interacciones tiernas y profundas del que todos tenemos derecho a disfrutar.
La vejez es uno de esos momentos vitales en los que más fácilmente se puede experimentar la soledad. Es una etapa que se caracteriza por una sucesión de pérdidas: trabajo, estatus social, cónyuge, algunas capacidades físicas, que en conjunto facilitan la experiencia de soledad.
Los datos rigurosos de los que se dispone actualmente nos dicen que tan sólo el 8% de los ancianos de España se sienten solos (no que estén solos). Así pues, no tiene tanta base el estereotipo de que todas las personas mayores se sientan solas y menos aún que estén abandonadas. Sin embargo, el sufrimiento de los ancianos que sí la padecen, y el riesgo de que este porcentaje aumente por el endurecimiento de las condiciones de la vida moderna, justifican que conozcamos, estudiemos y reflexionemos sobre este fenómeno.
Las personas mayores que sufren soledad lo relatan como una experiencia desagradable y estresante, asociada a un impacto emocional, nerviosismo y angustia, tristeza, mal humor, automarginación, y creencias de ser rechazados.
Por todo ello, en los mayores hablamos de soledad objetiva y subjetiva:
- La primera hace referencia a la falta de compañía, experimentada por personas que residen en su domicilio y que no viven la soledad como un sentimiento desagradable, aunque se hayan visto forzadas a vivir en este tipo de soledad.
- La soledad subjetiva la padecen las personas que se sienten solas. Es un sentimiento doloroso y temido por las personas mayores. Pueden vivir este sentimiento desde la soledad o desde una compañía que ellos la experimentan como anómala o invalidante.
López y Cols hablan de tres tipos de aislamiento y soledad en mayores:
- Soledad física o habitacional
- Soledad moral
- Aislamiento social
Se puede llegar a cualquier situación de las anteriores por causas diversas tales como:
- Preferencia de mantener la autonomía, frente a la dependencia y sometimiento a otras relaciones familiares con menor protagonismo o directividad.
- Imagen negativa de la vejez como etapa improductiva y desvalorizada.
- Factores espaciales, urbanos o domiciliarios de mayor comodidad.
- Factores psicológicos, como el síndrome de Diógenes, demencias, actitudes de abandono y falta de ritmos e higiene.
- Miedo a salir de casa que genera dependencias o suspicacias.
- Factores sensomomotores: visuales, auditivos y locomotores.
Existen dos hitos primordiales que marcan la frontera en el paso de la edad adulta y productiva a la época de la senectud:
- La pérdida del trabajo laboral, la jubilación. Supone algo más que ganar dinero, implica seguridad en el futuro, prestigio social y satisfacciones internas como percepción de valía, competencia y utilidad.
- La defunción de un cónyuge. Es el más determinante para la soledad. Tras décadas de convivencia, desaparecen de modo abrupto la compañía y la afectividad, dando paso a problemas adaptativos y relativos a la gestión del tiempo y tareas de nuevo cuño. La manera de vivir emocionalmente el final del cónyuge en su tramo de enfermedad determina significativamente la adaptación más rápida a la soledad impuesta, junto con la riqueza o pobreza de las relaciones entre el anciano y los hijos.
Son características 3 crisis asociadas al envejecimiento: la de identidad, la de autonomía y la de pertenencia, que pueden ser vividas como auténticas muertes sociales:
- La primera hace referencia a todas las pérdidas que tiene que afrontar un anciano: el soltar el lastre de las capacidades y fortalezas. Aumenta la distancia entre el yo ideal y el real, y baja la autoestima.
- La de autonomía viene dada por el deterioro del organismo y las posibilidades de desenvolverse de manera autónoma.
- La última, la de pertenencia, tiene relación con la identificación de roles que se sienten perdidos.
Conclusiones
La experiencia que los ancianos pueden aportar al proceso de humanización de nuestra sociedad y cultura es más preciosa que nunca y les ha de ser solicitada, valorando los carismas propios de la vejez:
- La gratuidad
- La memoria y el sentido de la historia
- La experiencia acumulada a lo largo de la existencia
- La interdependencia y una visión más amplia y sabia de la vida.
- El cultivo de la interioridad.
- La importancia del ser frente al hacer
- La prudencia
"La Soledad de los Mayores" ha sido el tema del programa "Contamos Contigo" emitido el sábado 2 de abril
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